lunes, 24 de mayo de 2010

NADIE TOCA MI PUERTA A ESTA HORA




Algunas veces cuando he estado en situaciones de verdadera incertidumbre, me propuse, no verte, no desearte... no salir a la ventana para ver si pasas.

Algunas veces sentí que no debía levantar la frazada y que debería no tomar el control de la
Tv, ni cambiar de canal a pesar del maldito sonido de estática en ella en un domingo.

Sintiendo que existe frío inclusive en los días más soleados, que este frío no
deja levantarte, que me impide saltar de la cama... contribuye así a mi día de maldad.

El sentimiento de querer olvidar lo que pasó o el sentimiento de querer que ese día no pase nada que interrumpa tu sentimiento.

Cuando ya nada me hacía reaccionar... sonaba el celular... ni puta idea de quien sería... ni
ganas de mover un solo dedo... ni mirar por encima de la cobija... ni mirar de reojo a la ventana...

Mediodía y esperando que algo pase... nada... tres de la tarde sumido en la más miserable
situación humana, en la cual, el debate entre ir al baño o quedarte dormido a que te pase surge en la urgencia de la miserable existencia de un paralítico a propósito...

En todas esas situaciones, en todas las miserables ideas de mi cabeza, cada quince
minutos cuando despierto durante el día, pienso en ti...





Seis de la tarde y ocurre el milagro.

Salto de la cama... entro a la ducha... terror de espanto ante la mugre que se confunde entre el agua, fluidos y dudas.

El día anterior no hubo tragos, no hubo una salida, no hubo ni siquiera una llamada, no hubo nada... nada.

Ayer cuando me acosté necesité escuchar tu voz.

Necesité un tu por mí para salir.

Nunca necesité una palabra tuya tanto como ayer.

Pero nunca la escuché. Ayer fue un día como cualquiera entonces. Un día en el que tú estas sin estar aquí conmigo.

Pero hoy, domingo, a las seis de la tarde, hora infernal, estas en camino.

Hoy a las seis de la tarde impides mi caída una vez más.

Me llega pensar que todo va a ser igual mañana y que nuevamente me despertaré a las seis de la tarde.

Estoy a punto de recibirte en mí. Tendrás que atravesar esta puerta y te esperaré con los brazos abiertos.

Soy feliz en este instante en que te espero y me doy cuenta que te has demorado media hora.

Soy feliz porque me he sentido feliz.

De pronto, en mi cama... veo a alguien que me llama.


La veo y nunca la debí haber visto. Maldita cama solitaria. Veo que ella siguió observando desnuda toda mi felicidad y se burlaba de ella.

Entro en mi cama.

Ella sabía que volvería.

Escucho pasos y tocan la puerta.

Me debato entre pararme, abrir y besarla.

O mejor estar con ella en mi cama...

... ... ... ... ... ... .. .. .. ... ...

Son las diez de la noche.

Nadie toca mi puerta a esta hora.


Cuando duermes...